Nuevamente me aparezco con una fotografía que un amigo me envía para hacerle un relato breve. En este caso y dado que mi memoria se ha forjado en el cine traigo hasta este tiempo-espacio una evocación evidente que se encuentra como un grito.

Por pasear en el campo cuando el ángelus convoca, nos hemos extraviado en algún sitio de la niebla. Quién sabe a qué hora nos perdimos no a la mitad del camino de nuestra vida sino en la frontera humana, nuestra vida es sólo existencia eterna o sempiterna, no importa.
La danza nos disperso por el monte cuando alguien respiró con apetito de mundo y acudimos detrás de los murmullos.
Ahí nos escontramos a Macario y le ofrecimos el arrepentimiento, la caridad, la bondad, la riqueza, la cárcel, el trabajo y la inmortalidad a cambio de un pedazo de guajolote, pero él escogió la muerte precedida del sueño y la satisfacción, dicen unos que es la muerte más dulce otros que es la muerte más terrible.
Luego nos fuimos... venía mucha gente gritando ¡Macariooooo!
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