Una civilización no se define únicamente por la unificación de pensamientos o de modas, hay algo más... la noción de protección y durabilidad. No importa que nos separe, nos une el sentimiento hacia los peligros exteriores e interiores, que pueden destruirnos junto con el legado para la humanidad por venir. Así, la idea común de lo "peor", de la "catástrofe" ha unificado a la humanidad y ha permitido construir nuestra protección.
La civilización se une ante todo lo que esté en contra, en contra de lo que la destruye. Este sentido duradero de la adversidad es lo que nos ha permitido (en parte, nunca hay que preguntar por "la" razón sino por "las" razones) levantarnos del suelo... hasta crear la ciencia, la tecnología y la vestimenta de la civilización, el arte.
En su origen, el término civilización designaba después de 1750 -año de su primera aparición- una situación estable y un proceso. Lo que trajo dos interpretaciones de nosotros mismos:
- Que somos por nacimiento, herencia, o determinismo natural civilizados... lo que provoca que nos situemos a nosotros mismos en la cumbre de la evolución y en el final de la Historia, pero debemos saber y aceptar que somos vulnerables aún con todos nuestros logros, y que la historia está siempre por escribirse aún sin nosotros como raza.
- Que la civilización es el acto de civilizar, y que ésta dinámica nos impone un largo camino que ésta siempre por hacerse. Éste término como decía dinámico, establece dos extremos, el estado civilizado y el no-civilizado, la conquista del segundo es una tarea humanizante por parte de la humanidad, con lo que sea que defina en Occidente y en Oriente el término "humanizar".
Una civilización es un antidestino, una apuesta contra el que la niega y amenaza destruirla, una apuesta contra sí misma pues puede ser cómplice en su aniquilación, pero sobre todo una apuesta por el futuro.
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