sábado, marzo 25, 2006

Literatura: Recomendación: El portador de la fe

Recomendación: El portador de la fe de Eusebio Ruvalcaba.

Me he encontrado con una pequeña maravilla de la literatura. O un gran despliegue de la literatura.

Debo confesar, al hacer una recomendación, que mi gusto no se deja llevar por los grandes reverberos ni por la unanimidad de las opiniones, ni siquiera por el sentido oportuno de la lectura. Me acerco a la literatura cuyo arte me impresione, me deje estremecido por la forma y el fondo, me deje pensando en una noche insondable para percibir la refulgencia de la obra entera, haciendo buen uso de mi instinto, de mi intuición...

Y he aquí que El portador de la fe de Eusebio Ruvalcaba (del cual pronto estaré hablando), me gustaría decirlo es, un prodigio. Lo que más me impresiona y me ha llevado hasta este callejón de la recomendación es, que reúne las más feroces y por eso las formas más humanas del amor, desde el amor a Dios que pasa por el castigo, por el amor al hijo que pasa por la condena, por el amor a una mujer que pasa por la libertad y la pintura, hasta el amor carnal que pasa, sin remedio, por la música, que todavía sigue siendo un misterio impenetrable.

Todo esto a través de una prosa ágil y de una poesía indeleble, todo esto a través del tiempo que mira sin ruido a la eternidad. He aquí una muestra:

Mi nombre es Konrad Brüm. Soy cristiano. Y soy hombre. Pero antepongo lo primero a lo segundo. Nací en Turingia. Y todo lo que puedo decir de mi infancia y adolescencia, así como de la inevitable madurez, está encaminado al mismo punto: la autoflagelación, columna vertebral de mi pensamiento y obra.

Mi condición de portador de la fe recorre mis huesos y nutre mi verbo. Y si ahora padezco mi destino en este encierro, se debe a la maldad de los hombres, no así Dios que en su Infinita sabiduría me conforta y me concederá Su Auxilio final.

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Un frío pensamiento cruzó la mente de Saít Hartmann. La soledad nunca había sido para él un dispendio sino una necesidad. Porque la sabía aprovechar al máximo, como le saca el jugo a una naranja hasta dejarla hecha una cáscara. En la soledad había imaginado y construido sus mejores violines; en la soledad había evocado los momentos más notables pasados al lado de su padre.

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Tuve que pintarla. Tuve que hacerlo, y poco me importa si muero en esta prisión. Ni el fresco ni mi vida hubieran estado completos sin ella, sus felicísimos ojos azules habrían de ser el alma de la escena; los senos enrojecidos por el dolor, el centro.

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El cuerpo desnudo de Ina resplandecía como un objeto arrojado en el lodo. O cuando menos eso fue lo que le pareció a Ulino Torres. Para él no había nadie más alrededor; no había nada más en trono salvo su cuerpo. Era como el descubrimiento de un corazón palpitante en medio de la devastación más atroz.

Hasta aquí la muestra, adquieran, consigan, gocen de ésta filigrana, no hay riesgo, ni pierde, sólo el regodeo de leer gran literatura. Enseguida los datos:
Título: El portador de la fe.
Autor: Eusebio Ruvalcaba.
Colección: La Centena Narrativa.
Editorial: Aldus/Consejo Nacional para la Cultura y las artes.
Edición: Primera Edición en La Centena, 2005.

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