Siempre será curioso que el sinsentido de la muerte le dé sentido a la vida, y en el caso del héroe esto es aún más sorprendente, pues su desaparición lo glorifica más. La partida del héroe sublima toda su vida... por antonomasia no le teme a la muerte, sino que la acepta con gracia y entereza, aunque su avidez por vivir postergue un tanto su destino final, será por poco tiempo pero lo hará de la forma más digna, teniendo una despedida gozosa y honorable.Rocky Balboa es eso, una despedida digna para un colosal personaje, una gran película que deja grandes lecciones en todos los sentidos y para todos.
Filadelfia sigue siendo esa tierra remota, una especie de exilio nostálgico que contiene todos los fantasmas y las ruinas de Rocky, en donde se contenta con revivir los tiempos pasados que fueron buenos con él. Pero también es esa tierra de la cual retorna para llevar a cabo su último gran acto; no por el box, no por el dinero, sino por el mismo y por su amada esposa.
Rocky es el sobreviviente de las grandes victorias, de los grandes logros pasados, pero aún más, es el campeón no de las cosas hechas sino de las cosas por hacer, despliega ante nuestros ojos llorosos la vida creadora. El cuerpo está dañado pero el corazón fuerte, tanto que los golpes que guarda como una bestia, levantan a los espectadores de sus butacas, dentro y fuera de la película.
Nosotros también gritamos ¡Rocky! ¡Rocky! Mentiría el que diga que no se conmueve al oír el tema de Rocky, Gonna Fly Now.Mentiría el que diga que no se siente inspirado con las escenas del entrenamiento, y que algo dentro se quiebra cuando Rocky y su perro feo y viejo (una bella metáfora) alcanzan la cúspide de escalones. Y dicen que no hay poesía en esto.
El héroe emerge de los claroscuros de su vida para enfrentar al enemigo físico, Dixon, que es grande y destaca en el poder por su posición como campeón, es engreído y eso será su error, pues Rocky posee un conocimiento que su contendiente no conoce, el orgullo propio, el honor de ser un guerrero y la modestia de la victoria y la derrota.
Rocky Balboa da una gran lección de modestia. Primero a su oponente, le enseñará el orgullo y honor bautizándolo con fuego, haciéndolo mejor. Después a los espectadores y a los críticos pues la historia de Rocky es la de Silvester Stallone, nos dice tuve buenos tiempos con Rocky y ésta es la despedida que le doy en un camino hacia el mío. El mensaje está ahí: es una historia sencilla, sé escribir guiones pero no como Kaufman; es una película bien narrada, sé dirigir pero no soy Scorsese; es convincente el personaje de Rocky, sé actuar pero no soy un Marlon Brando. Y en esa modestia está la grandeza de todo el concepto.
Stallone que alguna vez renegó de hacer sólo a Rocky, ha aceptado que nació para hacerlo y que con ello ha dado a la cultura un icono, una inspiración, una experiencia cinematográfica y que con el personaje forjó una carrera memorable.
Saben... esta subespecie chocante que son los cinéfilos son o somos un tanto ingratos, no es que no debamos aspirar a lo mejor, sino que no agradecemos en la medida correcta del corazón todo lo que el cine y los cineastas nos dan y esto incluye no sólo a Stallone sino también a Scorsese.
Por ello, con toda el alma gracias a Rocky y a Stallone por la experiencia por la emoción de ir al cine, ese éxtasis está ahí, íntegro, vivo, gracias por conmovernos hasta las lágrimas y el grito contenido, gracias por hacernos sentir que podemos ser mejores, en contra de todo, en contra de nosotros mismos.
Finalmente, todos debíamos tener una pelea final.
You know I couldn't have done nothing without you... Yo Adrian we did it... We did it...Rocky Balboa
